¿ES EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL UN GRUPO DE INTERÉS?

por Cristóbal Bellolio (publicada en revista Capital del 21 de febrero de 2014)

Me cuenta una amiga que en una de las recientes manifestaciones contra las negligencias del Servicio Nacional de Menores, uno de los líderes habría declarado que ellos, a diferencia de los estudiantes, no pedían plata para ellos sino para mejorar el bienestar de los niños. La frase sugiere que el movimiento estudiantil promueve sus propios intereses. Lo que nos lleva a una de las discusiones que rodearon la renuncia de Claudia Peirano a la subsecretaría de Educación: ¿representan los estudiantes organizados –principalmente universitarios- un grupo de interés particular, o es mejor caracterizarlos de una forma que resalte sus anhelos de justicia para todo Chile?

Los propios movimientos estudiantiles rechazan el apelativo de “grupo de interés”. En su visión, pertenecer a uno de estos sectores es sinónimo de perseguir una cuota de ventajas o beneficios en desmedro de las ventajas o beneficios que pueda obtener otro actor. Para ellos, los empresarios son un grupo de interés. O el gremio de los exportadores. O la asociación de Isapres. En cada uno de estos casos uno podría construir un argumento para establecer que estas organizaciones buscan mejorar su propia posición sin tomar mucho en cuenta lo que piensa o necesita el resto de los chilenos. Es decir, son grupos de interés –o de presión, como también se les llama cuando pasan a la acción- porque buscan influir en el poder en nombre de sus afiliados.

El movimiento estudiantil, en cambio, piensa en sí mismo de manera distinta. Fue el entonces dirigente Giorgio Jackson que en el fragor de las marchas de 2011 dijo rimbombante “somos el pueblo”. En efecto, si uno cree que porta las banderas del clamor popular extendido, no se puede ser al mismo tiempo un mero grupo de interés. A diferencia de lo que opina el ciudadano que se toma el Sename “por los niños”, los estudiantes movilizados tienen la convicción que sus demandas son necesarias para el conjunto de la sociedad. Que les digan que están buscando educación gratuita porque en el fondo quieren ahorrarse el arancel universitario les parece una afrenta. No, no están pidiendo plata para ellos. Están pensando en el bienestar de Chile. Como reza el Himno por la Paz, “son la conciencia universal: cuando vencen no hay vencidos”.

El problema de esta versión idealizada es que en general los grupos de interés pueden articular sus peticiones a la autoridad de tal manera que parezcan estar pensadas en el beneficio general y no particular. Para algunos será más difícil que para otros. Sin embargo no es imposible hacerlo: la Iglesia Católica y las sectas evangélicas promueven una agenda de interés particular que se presenta como remedio nacional. La ciudadanía determinará cuán convincentes son esas razones.

Por esto me parece que no hay drama conceptual alguno con referirse al movimiento estudiantil como un grupo de interés o de presión. El término, para aquellos que venimos de la Ciencia Política, no tiene ninguna carga de valor negativa. Son actores legítimos del sistema político que buscan orientar el proceso de toma de decisiones en su favor. Todas las democracias sanas del mundo tienen grupos de interés relacionándose con las estructuras de poder formal. Si además la opinión pública se muestra mayoritariamente favorable a la agenda de alguno de ellos, mucho mejor para las perspectivas de dicha agenda. Pero que sea un interés ampliamente compartido no lo despoja de su naturaleza. Las prioridades del movimiento estudiantil bien pueden colisionar con las de otros grupos que no necesariamente son malévolos o egoístas. La famosa carta donde Peirano exigía prioridad financiera y normativa para la educación prescolar es un ejemplo. Las posiciones de los estudiantes son importantes, serias y dignas de la mayor consideración. Pero no es correcto verbalizarlas ni pretender su imposición como expresión de voluntad general rousseauniana. Sin duda, entran al debate revestidas de una especial fuerza y legitimidad. Sin embargo no son la bala de plata capaz de satisfacer todos los objetivos y principios presentes en el debate educacional. Algunos de estos son inconmensurables –como la libertad de elegir que defiende la derecha- y no obedecen necesariamente a un interés en dinero.

En conclusión, no veo que sea incompatible reconocer a la Confech o a otro órgano similar del movimiento estudiantil como un grupo que participa del debate público para promover ciertas ideas potencialmente controvertidas (intereses en un sentido amplio), con la posibilidad que dichas ideas e intereses sean además compartidas por parte importante de la población y puedan formularse discursivamente como beneficios generales o incluso imperativos de justicia. Esto, en cualquier caso, importa poco. La carne de la discusión está en si los estudiantes tienen o no la razón en sus demandas. Pero no está demás ofrecer una clarificación conceptual para que no se ofendan la próxima vez que alguien se refiere a ellos como un grupo de interés. 

Link: http://www.capital.cl/opinion/es-el-movimiento-estudiantil-un-grupo-de-interes/

Una respuesta to “¿ES EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL UN GRUPO DE INTERÉS?”

  1. cbellolio Says:

    Hay dos observaciones que me han hecho y de las cuales me hago cargo brevemente:
    La primera es que el movimiento estudiantil no se beneficiaría directamente de la gratuidad universitaria porque ya serán profesionales cuando se alcance el objetivo. Pero eso no es enteramente correcto: muchos le pedían a Piñera que cambiara su parecer al respecto en el lapso de su gobierno. A Bachelet lograron sacarle un compromiso a 6 años plazo. No será beneficio directo para los estudiantes que finalizan sus carreras hoy, pero es perfectamente posible que sí lo sea para el joven de tercero medio que marcha con la ACES, por ejemplo.
    En cualquier caso, pensar que todo el interés se reduce a dinero no correcto y pensé que la columna lo dejaba claro. Por eso puse el ejemplo de la Iglesia más allá de la SOFOFA, por ejemplo. Piense sin ir más lejos en el lobby de los grupos LGTB. A mí me parece que son grupos de interés que batallan legítimamente en la discusión pública por mejorar su condición y estatus. No buscan un retorno pecuniario. Su interés es de otra índole.
    Remarco finalmente que el criterio que uso para determinar si estamos en presencia de un grupo de interés depende del sujeto de la demanda y no del objeto de la demanda. No considero grupos de interés a los partidos políticos porque no buscan influir en el poder sino ejercerlo. Más difícil me parece decidir sobre Organizaciones No Gubernamentales. Entiendo que mi criterio puede ser muy extensivo para algunos, pero encantado cambio de opinión si aparecen mejores argumentos. No me basta que me digan que los estudiantes tienen una misión transformativa ideológica. Cuando se enfrenta la asociación de radios contra la asociación de músicos chilenos para decidir si reservamos un 20% de música nacional en las emisoras, ambos pueden presentar sus argumentos en forma normativa: libertad versus cultura, por ejemplo. Siempre hay proyectos normativos en juego, por lo que no me parece que en ello radique el criterio que necesitamos para definir qué demandas pertenecen a un auténtico grupo de interés y cuáles no.

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