EL IDEALISMO AUTORITARIO DE LOS SECUNDARIOS

por Cristóbal Bellolio (publicada en Las Últimas Noticias del 30 de mayo de 2016)

Impetuosos, combativos, arrogantes. La nueva generación de dirigentes secundarios no se anda con chicas. Acaban de “notificar” al gobierno que comienza una fase ofensiva de movilización callejera. Lo hicieron, de hecho, en los patios de La Moneda tras haber burlado la seguridad del palacio. El vocero de la coordinadora escolar ACES tuvo el desplante de decir que el ministro de interior les tenía miedo, agregando un escalofriante “no los dejaremos gobernar”. ¿Cómo debiésemos interpretar esta amenaza?

Una teoría fue trazada por Sebastián Piñera a través de un video. Emulando el famoso discurso de Nicolás Sarkozy contra la herencia de Mayo del ’68, el ex presidente sostuvo que “urge fortalecer el principio del respeto a la autoridad; respeto de los hijos a sus padres, de los alumnos a sus profesores, de los ciudadanos a sus autoridades”. Es decir, el problema estaría en que los jóvenes están demasiado alzados. Les hemos permitido demasiada irreverencia. Habría llegado la hora de ponerlos en su lugar. Sin embargo, la idea del respeto a la autoridad no se sostiene por sí sola. En cierto sentido, las autoridades han defraudado la confianza de la ciudadanía a tal punto que se puede decir que han sido ellas las irrespetuosas. Porque el respeto no se exige unidireccionalmente. La mentalidad conservadora, por otra parte, extraña aquellos días en los cuales los jóvenes no cuestionaban a sus mayores. Esos días no volverán. Eso no es necesariamente malo. Una juventud consciente de su rol político, activa y movilizada, es mejor que una juventud apática y complaciente.

El problema va por otro lado. Paradójicamente, el discurso de los actuales líderes secundarios desnuda nuestras falencias en materia de educación cívica. Aunque se trate de un eslogan, esa pachotada de “no los dejaremos gobernar” revela una fibra autoritaria que está desconectada de los valores centrales de la democracia. Por de pronto, es una falta de respeto a los millones de chilenos que concurrieron con su voto a elegir a este gobierno, por deficientes que consideremos algunas de sus políticas. Sólo las dictaduras consiguen lo que quieren de la noche a la mañana; no tienen que lidiar con las incómodas limitaciones que impone un régimen democrático, donde la oposición no es un adorno y diversos puntos de vista deben ser acogidos. En la narrativa de los estudiantes secundarios –que hace parecer a los pingüinos del 2006 como una bancada de Cicerones- sólo hay espacio para una visión, maximalista y agobiante. Por esa vía, dicho sea de paso, cometen un error estratégico: los movimientos sociales exitosos son aquellos que conectan con amplias capas de la población. Quizás tengan razón en sus planteamientos. Pero la democracia no identifica verdades absolutas sino acuerdos políticos sustentables. De hecho, no es contradictorio ser idealista con ser anti-democrático. Los dirigentes secundarios chilenos son la mejor prueba.

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