JACKSON Y BORIC, UNA IDEA OBVIA

por Cristóbal Bellolio (publicada en revista Capital del 5 de agosto de 2016)

La idea es tan obvia que llega a ser extraño que todavía no sea una realidad. Los dos políticos más populares de Chile –por no decir, los únicos populares- son Giorgio Jackson y Gabriel Boric. Ambos transmiten la energía de una generación que quiere cambiar varios –y sustantivos- aspectos del país que recibieron de aquellos que administraron la transición. Ambos pertenecen a movimientos de izquierda cuyas diferencias ideológicas son, en la película completa, pequeñas. De hecho, las divergencias entre Revolución Democrática y los Autonomistas son más estratégicas que doctrinarias. Son dos grupos críticos de la Nueva Mayoría en el poder y hacen caras de asco cuando les preguntan si apoyarían a Ricardo Lagos. En resumen, una alianza entre ambos está cantada.

Su pronóstico no es nada de malo: aunque ambos grupos tienen un valor más especulativo que real hasta el momento, cualquier campaña que recorra Chile con la cara de Jackson y Boric en el cartel tiene mejor llegada que todas las otras combinaciones imaginables. Sin el cerrojo del binominal, la cancha está abierta para que una fuerza de estas características haga su primera cosecha parlamentaria relevante en 2017. Sin embargo, muchos de los integrantes de estos movimientos preferirían algo más masivo, menos concentrado en la promesa de renovación generacional y la política de los rostros pop. Algo con más tierra, más historia. Algo que agrupe a muchos colectivos y partidos de izquierda, a la usanza del Frente Amplio uruguayo. La sola mención del nombre les evoca fantasías. Pero ese trato debiese incluir al PC. Y el PC no va de comparsa. Complicado para los jóvenes. Pero la política es el arte de la conversación, la que muchas veces incluye negociación y compromiso para alcanzar acuerdos superiores.

En el marco de esas conversaciones, “sorprendieron” a dirigentes de RD reunidos con Lagos. “Sorprendidos”, porque el hecho fue comunicado con el susurro de una infidencia y el estruendo de una acusación. Se juntaron porque querían hablar del sendero constituyente y otras hierbas. Papá Lagos consideró que había ganancia en la noticia –la había- pero cometió el error de filtrarla cuando recién tejía las primeras confianzas. Dinamitó los puentes antes de construirlos. Cuanta la leyenda que ME-O hizo la misma en 2011 y desde entonces el problema con esa generación de líderes estudiantiles es personal.

Como sea, estos dirigentes y movimientos –flamante partido, en el caso de RD- tienen la responsabilidad política de ofrecer una alternativa presidencial, con la propuesta programática y la actitud cultural que ello implica. La figura de Cristián Cuevas puede servir de catalizador. Aunque nadie escribe ni se pregunta mucho por Cuevas en los medios de la elite, en un escenario donde las alternativas son conservadoras –dígase Piñera vs. Lagos- su participación puede ser electoralmente honrosa.

Pero los lotes de Jackson y Boric tienen dificultades internas. Por ejemplo, el arco ideológico que cubre la membresía de RD va del jesuitismo progresista al entusiasta chavista. Eso es bastante. Los primeros votarían por Lagos. Quizás habrían preferido copar el espacio político que ocupa actualmente la vieja DC, en retirada por una cuestión cronológica. En el medio existen otros tantos que prefieren la tesis del partido instrumental, jugando un rol parecido al que jugó el PPD, en retirada por una cuestión reputacional. Más a la izquierda, están los que creen que las teclas correctas son las del anticapitalismo declarado. Para ellos, no hay vida dentro de la Nueva Mayoría ni de su heredero histórico. Sin decirlo, van por el voto del PC. Como los mecanismos deliberativos de RD pretenden ser transparentes y democráticos, tomar estas decisiones no está fácil.

Dicen que RD se parece al MAPU: un grupo de elite que se radicaliza respecto de la tradición familiar y se encarna en una expresión política más o menos transversal que despliega un grado respetable de influencia. Pero hay otra analogía histórica que parece más acertada: del mismo modo que la generación de sus padres encontró una fuente (casi) inagotable de poder político en la épica del 1988, los hijos la encontraron en las movilizaciones del 2011. A propósito del MAPU, cuenta el relato que sus dirigentes sesenteros fueron un día a visitar a Fidel Castro. Le pidieron consejo sobre estrategia y posicionamiento. Fidel, sabio, les recomendó no declararse marxistas sino de una izquierda cristiana. Así, pensó el dictador, vamos a estar ampliando la base de la UP. Marxistas había suficientes. Los jóvenes estaban pasados de revoluciones y no le hicieron caso. Es una incógnita si RD seguirá el mismo derrotero.

Los sucesos recientes dentro de la Izquierda Autónoma tampoco ayudan. Cuando se pasa más tiempo en dividir que en sumar se pierden oportunidades políticas. En la interna todas las cosas se sienten intensas, pero le sugieren al espectador externo la idea de un fraccionamiento con motivos mezquinos. Como sea, la figura de Boric sigue siendo su principal activo, gústeles o no su modo de ejercer liderazgo.

Una alianza formal entre Jackson y Boric tiene un potencial insospechado. En otros países, movimientos con características similares han logrado éxitos electorales en poco tiempo. La idea es tan obvia que llega a ser extraño que todavía no sea una realidad.

Link: http://www.capital.cl/opinion/2016/08/04/110851-jackson-y-boric

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