Archive for septiembre 2014

LA OPORTUNIDAD DEL PENTAGATE

septiembre 28, 2014

por Cristóbal Bellolio (publicada en Las Últimas Noticias del 28 de septiembre de 2014)

Tratemos de ver el vaso medio lleno. El llamado Pentagate puede ser una oportunidad para avanzar decididamente en transparentar la opaca relación entre el dinero y la política. Hace aproximadamente una década, una serie de episodios de corrupción golpearon al gobierno del presidente Lagos y la clase política tuvo la altura necesaria para salvar la institucionalidad y promover mejoras en la manera como el estado gestionaba sus recursos humanos. No todo ha salido como se esperaba en el llamado sistema de Alta Dirección Pública, pero pocos dudan que fuera un paso adelante.

Hace unas semanas, los diputados Vlado Mirosevic y Giorgio Jackson propusieron a sus colegas una reforma que busca reducir el secretismo en el financiamiento de las campañas, restringiendo el aporte de las empresas y eliminando los aportes reservados. La noticia de un grupo económico que, según se investiga, habría burlado la ley electoral para potenciar ciertas candidaturas, pone de relieve la importancia de ponerle coto de una buena vez a este asunto.

La cercanía de los dueños de empresas Penta con la UDI hace aparecer a este último partido como el villano de la película. Pero no es justo centrar la crítica en ellos. La gran mayoría de las candidaturas recibe aportes reservados (lo que es legal bajo el régimen actual) y muchas otras se acostumbraron a emitir boletas por servicios no prestados con el fin de evadir los montos máximos permitidos y hacerle favores tributarios a los donantes encubiertos. Este es un ámbito pantanoso donde el tejado de vidrio abunda.

Por eso la única salida es que, una vez más, la clase política actúe con sentido de estado. No sería malo que la propia presidenta Bachelet liderara con el ejemplo. Independiente de los resultados de la indagación judicial y el caso Penta en particular, este es el momento para meter la pata en el acelerador de las reformas pro transparencia. La opinión pública está vigilante y las organizaciones ciudadanas están alerta. El principio central debería ser el siguiente: las sociedades libres aceptan un cierto grado de desigualdad socioeconómica, pero éstas se vuelven problemáticas cuando se traducen en desigualdades en el acceso al poder político. Dicho de otra manera, sabemos que frente al mercado no todo valemos lo mismo. Pero la democracia es el espacio que garantiza la igualdad ciudadana. Si permitimos que unos dispongan de mucho más dinero que otros a la hora de competir por el poder, están trasladando ventajas en un plano permitido a uno no permitido. Todo ello sin mencionar el riesgo de captura y tráfico de influencia por parte de grupos de interés.

No hay mal que por bien no venga, dicen.

Link: http://www.lun.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2014-09-28&NewsID=289442&BodyID=0&PaginaId=11

CHILE AMARGO

septiembre 23, 2014

por Cristóbal Bellolio (publicada en revista Capital del 17 de septiembre de 2014)

Llevo un año radicado fuera de Chile y las noticias que recibo desalientan. Estar lejos hoy no es lo mismo que haber estado lejos hace veinte años. Los medios de comunicación transportan. Además las personas postean sus estados de ánimo en sus muros de Facebook, es fácil engancharse en conversaciones por Twitter, el contacto es permanente e incesante vía Whatsapp y para verse las caras basta con contestar un llamada por Skype. Es cierto que nadie puede decir que la suya sea una muestra auténticamente representativa del sentir nacional. Las inferencias que se obtienen del método inductivo no siempre son acertadas. Aun así, creo no equivocarme al percibir que la cosa está medio amarga.

Dos entrevistas me llamaron la atención. En la primera, la veterana periodista María Eugenia Oyarzún señaló: “Estamos volviendo a un enojo, a un clima de violencia como en los años de la UP, en que lo mío es lo que vale y lo tuyo no”. Apenas días después fue el turno de Ángela Jeria, madre de la presidenta: “Siento un clima muy poco grato (en el país) que me recuerda mucho los últimos tiempos del gobierno del ex Presidente Allende”. Es decir, señoras que están en las antípodas políticas coindicen en un diagnóstico pesimista sobre los tiempos que corren. Pero no son fuentes muy confiables, pensé. Sobreexposición ideológica y avanzada edad no son la mejor combinación para entregar una escena prístina de la realidad. De hecho, es casi una maldad ir tras esas cuñas. Pero después recordé la reciente frase de César Barros, que hasta donde entiendo está perfectamente vigente en el mundo empresarial: “El lenguaje que se está usando tiene olor a UP… no hay que lamentarse si después salen reformulaciones de Patria y Libertad”. Deben estar exagerando…

Y en eso vino el bombazo en el metro. Si el ambiente ya estaba denso, se enrareció más todavía. No pasaron ni dos minutos antes que comenzaran las acusaciones cruzadas. Mis amigos de derecha culparon a Bachelet: según ellos le facilitaba la tarea al terrorismo. Mis amigos de izquierda insinuaron que podíamos estar en presencia de una conspiración de la propia derecha para desestabilizar al gobierno. La semilla de la desconfianza lleva un buen tiempo germinando en Chile y esa semana floreció en todo su esplendor. Poco ayudaron los medios que amplificaron la sensación de temor y deslizaron teorías que no tienen rigor probatorio.

Con esto no quiero darle la razón a Oyarzún, Jeria y compañía. Sencillamente no pueden tenerla. Las coincidencias desafortunadas existen. Pero eso no altera la percepción central: el ánimo colectivo y la manera en que nos estamos relacionando –al menos en torno al debate público- no es de las mejores.

En lo estrictamente político, el tono que cruza la agenda está pasado de revoluciones. El ministro Peñailillo sostuvo que el ex presidente Piñera había “destruido las instituciones”. Días después el nuevo timonel de RN Cristián Monckeberg señaló que el gobierno de Bachelet se estaba “desplomando” porque había bajado un par de puntos en una encuesta. Pareciera que el deporte es pasarse tres pueblos sin ningún respeto por el significado de los verbos y adjetivos. Lo peor es que se instaló la idea que la oposición tiene que ser odiosa y despiadada para recuperar rápido el poder. No es misterio que la Concertación hizo una tristísima labor opositora. Varias voces al interior de la Alianza no ocultan la sangre en el ojo y van por la retaliación. Me temo que es una carrera armamentista que no beneficia a Chile. El discurso de la desaceleración económica tampoco contribuye a mejorar el caracho. Si antes los indignados eran los estudiantes, ahora están enrabiados los que anticipan un panorama económico negro. Los estudiantes siguen indignados, por cierto. O sea, todos enojados y echándose la culpa.

Ignoro cómo se mejora el ánimo colectivo de un pueblo. No sería raro que hasta el palo de Pinilla aparezca en un psicoanálisis. Pero podemos partir por cambiar algunas cosas de nuestro propio comportamiento en la ingenua esperanza que otros hagan lo mismo. Primero, mejorar los modales y el trato. Darle a entender al otro que lo dignificamos. Segundo, tratar de juzgar siempre con el mismo estándar sin acomodar los datos cuando nos conviene. Eso se llama honestidad intelectual. El carerrajismo traiciona todas las confianzas. Tercero, algo de humildad. No las sabemos todas –menos a los dieciocho años- y siempre hay más por aprender. Eventualmente, abrirse a cambiar de opinión. Cuarto, pensar dos veces antes de crucificar al adversario y pensarlo menos cuando se trata de reconocer lo positivo. En la villa de los gatillos rápidos muere mucha gente injustamente. Quinto, ejercitar el músculo empático. Entender el lugar desde dónde habla la otra persona ayuda a procesar mejor las diferencias. En fin, vamos a estar atrapados en el mismo país por harto rato y lo más inteligente es buscar fórmulas para relacionarnos un poquito mejor. En una de esas vamos reduciendo el amargor.

Link: http://www.capital.cl/opinion/2014/09/16/100957-chile-amargo

CHILENIDAD POR LEY

septiembre 22, 2014

por Cristóbal Bellolio (publicada en Las Últimas Noticias del 21 de septiembre de 2014)

Por ahí se las llamó las leyes “18 de septiembre”, a propósito que varias de ellas se reactivaron con motivo de fiestas patrias. Entre ellas, la declaración de la rayuela y las carreras a la chilena como deporte nacional, además de la comida típica como patrimonio cultural inmaterial. Pero la que más polvo levantó fue la iniciativa que busca exigir el aprendizaje de la cueca como requisito obligatorio para egresar de cuarto medio. Sus gestores son los diputados democratacristianos Jorge Sabag (el mismo que hace unos meses trató de prohibir los memes), Sergio Espejo y Ricardo Rincón.

¿Cuáles son los fundamentos de los honorables? En primer lugar, señalan, la cueca es un baile que contribuye a fortalecer la identidad cultural patria. Luego, añaden que constituye un excelente ejercicio físico, ideal para combatir la obesidad juvenil. Finalmente, el diputado Sabag confesó que la idea se le ocurrió en una actividad oficial en el extranjero donde las autoridades presentes fueron invitadas a pasar a la pista de baile y todos se acobardaron porque nadie se sabía los pasos. O sea, la bautizada “ley del zapateo” nos evitaría futuros bochornos protocolares. Es difícil tomarse en serio estos argumentos. Pero hay que hacerlo: estos parlamentarios gozan de un especial poder para establecer normas coercitivas, por ridículas que parezcan.

Partamos por descartar raudamente la última razón. La inseguridad, timidez y traumas personales de un funcionario no son fuente de derecho. Prefiero la célebre osadía de Lagos Weber al lloriqueo biográfico para justificar la moción. Acerca de la cueca como mata-calorías, podría enumerar un centenar de actividades más efectivas al respecto. Partiendo por darle la importancia requerida a la educación física y nutricional. El único argumento que merece una vuelta es el primero. Sin embargo, ¿debemos obligar a nuestros escolares a aprender un baile –que para la mayoría suena apenas una vez al año- para hacerlos aún más chilenos?

La imposición de criterios de chilenidad por ley revela una fibra autoritaria preocupante. Es tan atentatoria contra la libertad como la disposición que ordena izar la bandera tricolor en septiembre. ¿Expresan menos amor a su terruño los que no bailan cueca, no cantan el himno a voz en cuello o no vibran con la parada militar? ¡Para nada! El compromiso puede expresarse de diversas maneras. Y aunque deteste las tradiciones, el concepto de ciudadanía moderno no exige deberes de afecto. El cariño hacia las costumbres es voluntario. De hecho somos muchos los que no nos sentimos particularmente atraídos por la expresión estética de la cueca convencional. Del mismo modo existen muchos chilenos y chilenas que consideran aberrante la práctica de un “deporte nacional” como el rodeo. Por supuesto que los colegios tienen el derecho de enseñar cómo se hace un buen zapateo, pero el Chile cuya identidad nos enorgullece no es el que lo obliga sino el que respeta esa libertad.

Link: http://www.lun.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2014-09-21&NewsID=288882&BodyID=0&PaginaId=9

OCKHAM Y EL BOMBAZO

septiembre 14, 2014

por Cristóbal Bellolio (publicada en Las Últimas Noticias del 14 de septiembre de 2014)

Necesitamos saber quiénes fueron los infelices que hicieron explotar la bomba del metro. Para contener el fenómeno microterrorista que inevitablemente alimenta la sensación de inseguridad y para que los responsables paguen su culpa. Pero como suele suceder en estos casos, la ansiedad de castigar a los culpables se confunde con la satisfacción cognitiva que nos producen los chivos expiatorios. Las teorías explicativas abundan. Las especulaciones están a la orden del día. Todos tenemos una hipótesis.

El principio de parsimonia -también conocido como la navaja de Ockham- recomienda quedarse con la alternativa menos rebuscada. Suele funcionar, aunque le pese a los amantes de las teorías conspirativas. Por eso es poco plausible la tesis que echó a correr el presidente del PPD Jaime Quintana. Según Quintana, detrás del bombazo estarían ciertos grupos de agentes represivos de la dictadura que por alguna razón se encontrarían activos. No es imposible, pero es improbable. Parece una tesis políticamente motivada antes que cimentada sobre buena lógica.

Se ha dicho que la derecha sale ganando con esta situación. En cierto sentido, eso es cierto. Hace unas semanas atrás estábamos todos hablando de las reformas que propone el gobierno. Entre el discurso de la desaceleración económica y ahora el espectro de la inseguridad ciudadana, La Moneda perdió el control de la agenda. Por lo demás, cuando el eje semántico del debate se concentra en la economía y la seguridad, la derecha chilena se siente más cómoda que la izquierda que hoy habita el poder.

Pero el teórico efecto que la derecha se beneficie políticamente de esta contingencia -por trágico que suene- es completamente independiente de su causa probable. Volviendo a la navaja de Ockham, la teoría más verosímil -por el momento- tiende a ligar este episodio a una serie de ataques previos que se han reportado. Aunque puede ser simplón referirse genéricamente a los sospechosos como «anarquistas», algo de sentido común hay en esa asociación: se han conocido organizaciones locales que dicen portar banderas ideológicas similares y que no descartan la vía violenta para remecer a la sociedad y conquistar sus objetivos.

De ahí a vincular al movimiento estudiantil -como lo habría hecho un reportaje televisivo- hay un océano de diferencia. Es verdad que algunas federaciones estudiantiles están lideradas por dirigentes que supuestamente son afines a un tipo de anarquismo filosófico. Pero ellos compiten en elecciones y utilizan los espacios públicos usualmente a rostro descubierto para transmitir su mensaje. Hoy no se pueden quejar de ejercer escasa influencia política en el debate actual. En cambio, los tipos que pusieron la bomba no están participando de ningún debate. De hecho, lo están matando. La necesidad de seguridad pública es tan básica e imperativa que tiende a desplazar las agendas de transformación estructural más ambiciosas.

Link: http://www.lun.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2014-09-14&NewsID=288346&BodyID=0&PaginaId=15

LO MEJOR PARA NUESTROS HIJOS

septiembre 10, 2014

por Cristóbal Bellolio (publicada en revista Capital del 5 de septiembre de 2014)

Por lo hijos uno hace lo que sea. Quién no ha escuchado –o dicho- esa frase. Es un sentimiento natural producto de la historia evolucionaria de ciertos animales (como los humanos) que nos liga de modo especial con nuestra descendencia y no con la descendencia del vecino. La idea de hacer lo posible por mejorar la condición de nuestros niños recorre estructuralmente el debate por la educación en Chile. Las voces que defienden el sistema de financiamiento compartido –en especial la derecha política y las asociaciones de apoderados de colegios particular subvencionados con copago- suelen incorporar este argumento a su discurso: los padres quieren lo mejor para los suyos y ese anhelo se traduce usualmente en un esfuerzo por asegurarles la mejor educación posible. Este esfuerzo sería además un predictor de compromiso adicional con la enseñanza de sus hijos, fuente de orgullo para los apoderados y lección de vida para los pupilos.

A la izquierda le revienta esta narrativa. El nuevo rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, expresó este sentimiento en su cuenta de Twitter: “Lo que se paga, no es mejor educación sino el que se les asegure que no se mezcle con otros estratos sociales”. Otros intelectuales en torno a la Nueva Mayoría han planteado una idea similar: el copago es una herramienta que segrega a los niños chilenos de acuerdo a la capacidad de pago de sus padres y no tiene necesaria relación con la calidad de los establecimientos. Es decir, “hacer lo mejor por los hijos” pasaría por alejarlos de las malas juntas y acercarlos a las buenas juntas, socioeconómicamente hablando. Esa es la verdadera –y nada noble- intención que hay que develar, piensan estos ideólogos.

La mayoría de los chilenos, en efecto, prefiere “que su hijo/a vaya a una escuela básica, liceo municipal o colegio donde los alumnos tengan un nivel socioeconómico parejo y parecido al suyo” antes que “vaya a una escuela básica, liceo municipal o colegio donde los alumnos tengan niveles socioeconómicos bien distintos” según arrojó la última encuesta CEP –en una pregunta que no debería calificarse de tendenciosa. 63% contra 30%. Este dato cuantitativo tendría, según Eugenio Tironi, una explicación sociológica: “hay una amplia capa de la población resuelta a defender con dientes y uñas prácticas e instituciones basadas en el mercado, las que estima consustanciales a su percepción de logro, como la educación particular subvencionada…”. Aparentemente nos recompensa la capacidad de diferenciar –y segregar- socialmente. Nuestras hijas e hijos son el vehículo que consolida esa sentida aspiración. Como suele repetir el ex presidente Piñera, sus padres se preocuparon de dejarle como herencia una buena educación. Ésta no se limita al pizarrón; incluye las redes, el lenguaje y el capital compartido. El esfuerzo económico que hacen millones de padres en Chile para dar a sus hijos una mejor educación es una especie de asignación hereditaria anticipada. ¿Quién puede negarles el derecho a ello?

Una posibilidad es poner en entredicho las reglas mismas de la herencia. A fin de cuentas, ¿qué culpa tienen los hijos de padres pobres para enfrentarse a un escenario donde los hijos de padres ricos parten en mejores condiciones? En abstracto, la justicia recomienda que los padres carezcan del derecho de otorgarle a sus hijos ciertas ventajas que los ponen –desde el inicio- en una posición asimétrica respecto de sus pares. Pero esto suele ser impracticable: los padres no perciben a sus hijos como unidades abstractas en una competencia. Consciente o inconscientemente, disponen las condiciones para que sus hijos ganen la carrera.

Probablemente la solución pase por permitir que los padres hagan la diferencia en ciertos ámbitos –usualmente considerados privados- y negarles esa prerrogativa cuando su aplicación impacta en las instituciones públicas. Entonces, si la tendencia natural del chileno es segregar socioeconómicamente, el poder político interviene poniendo restricciones a ese impulso. Así, los padres podrían seguir financiando las clases particulares fuera del horario escolar y conservarían el derecho de alentar a sus niños a juntarse con ciertos compañeros y no con otros. Como la vida en Jurassic Park, la segregación se abre camino. De hecho, sólo parte de ella se explica a través del financiamiento compartido. Las preferencias de los padres y la segregación residencial hacen el resto del trabajo. El deber del Estado –inspirado en principios de cohesión social e igualdad de oportunidades- se cumpliría desalentando su reproducción estructural en el sistema público. En concreto y aplicado al caso en comento, eliminando el copago. No me haré cargo aquí de las deficiencias específicas del proyecto. Mi intención es racionalizar y comprender su espíritu.

Si los institucionalistas tienen razón, algunas de estas nuevas reglas penetraran culturalmente a las nuevas generaciones de chilenas y chilenos. El resultado soñado es que las familias adhieran al principio que los anglosajones denominan fairness, que podríamos traducir como una combinación entre equidad e imparcialidad. Es decir, que los padres internalicen que es sistémicamente dañino y hasta tramposo adelantar a sus hijos en la carrera de la vida. Y por el contrario, que puedan inculcarles desde niños una norma social distinta: que sólo en condiciones de partida similares –paradójicamente bajo un modelo de integración socialmente heterogéneo- los resultados diferentes pueden ser objeto de orgullo y satisfacción. Tiene algo de ingeniería social, sin duda. Pero esa es la manera en que las instituciones políticas lidian con nuestros impulsos naturales para perfeccionar nuestro sentido de justicia.

Link: http://www.capital.cl/opinion/2014/09/05/100955-lo-mejor-para-nuestros-hijos

AGÜITA PARA EL MINISTRO ARENAS

septiembre 7, 2014

por Cristóbal Bellolio (publicada en Las Últimas Noticias del 7 de septiembre de 2014)

El gobierno de Michelle Bachelet comenzó con todo su agenda transformadora. A los pocos meses de asumir ya anunciaba reforma tributaria y educacional. Pero mientras la política chilena debatía agriamente los alcances de estas importantes modificaciones, la economía empezó a hacer pataletas: le estaban prestando poca atención. Durante los últimos años nos acostumbramos a tener cifras relativamente buenas en términos de crecimiento y empleo. En un escenario donde estos factores se dan por descontados, germina la creatividad para tramar metas más ambiciosas (como la provisión de carreras universitarias gratuitas). Hoy nos enfrentamos a un panorama de desaceleración económica que recomienda volver a prestarle atención a lo básico. La gran pregunta es si acaso el oficialismo está dispuesto a realizar los ajustes necesarios, incluidos aquellos que puedan significar alterar el ritmo y la magnitud del cumplimiento de las promesas de campaña.

En la derecha no están tan tristes. Algunos se soban las manos pensando que la economía puede ser el talón de Aquiles de Michelle y al mismo tiempo la llave del regreso de uno de los suyos al poder. Varios de ellos anticiparon que el programa bacheletista ahuyentaría la inversión. Se ha dicho que la terquedad originaria del ministro de Hacienda en sacar adelante su reforma tributaria express minó las confianzas con el empresariado (“los poderosos de siempre”, según el videíto de La Moneda). En efecto es normal que poca gente se entusiasme a poner su dinero en un juego que mañana puede cambiar de reglas. Alberto Arenas no ha sido capaz de evitar que se instale un tufillo de incertidumbre y está al debe en la dimensión política del cargo.

Por supuesto, este asunto tiene muchas más variables. Se dice que Piñera aprovechó un ciclo internacional virtuoso de la economía y que su sucesora está enfrentando un bajón previsible que escapa a su control. Hay bastante de cierto en ello. Quizás por lo mismo, y con mayor razón, las deficiencias de la gestión de Arenas son eminentemente políticas.

En cualquier caso, es apresurado especular que el ministro de las finanzas públicas tiene la soga al cuello y será ofrecido en “sacrificio” al empresariado como un gesto de amistad. Las últimas indican que el gobierno que tomó nota de la situación. Se lanzó un programa especial para estimular la inversión –irónicamente con platas recaudadas por la reforma tributaria- y se encomendó al ministro Peñailillo a reparar los puentes con los peces gordos del mundo privado. El Índice Mensual de Actividad Económica que se conoció hace días fue un poquito mejor que el anterior. Un poco de agüita para el atribulado ministro Arenas. Y un dato que celebró hasta la presidenta de la CUT Barbara Figueroa, que en su cuenta de Twitter escribió “Chile crece pese a los agoreros”. Porque los comunistas también saben que un país sin crecimiento tiene menos posibilidades de redistribuir y alcanzar los objetivos que se traza.

Link: http://www.lun.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2014-09-07&NewsID=287172&BodyID=0&PaginaId=13